Uno de los mayores desafíos del S.XXI, es asegurar la suficiente agua y energía
para el bienestar de la humanidad, manteniendo, al mismo tiempo, la salud ecológica, integridad y capacidad de recuperación de las cuencas hidrográficas.
En este siglo utilizamos el agua habitualmente con tres fines principales: uso
doméstico, uso agrícola y uso industrial, el más importante para nosotros es el
tercero de los usos.
Los usos del agua en la industria alimentaria son muy variados y específicos, estos van desde los procesos de limpieza diaria y lavado de manos, hasta su uso como
ingrediente principal de algunos productos.
Esto nos lleva a plantear el concepto de “huella hídrica”, que se define como el
volumen total de agua dulce que se utiliza para producir un bien o un servicio, ya
sea agua que forme parte del producto final o agua que ayuda a su fabricación.
Este gran uso del agua por parte de esta industria, se ve reflejado en un estudio
realizado por el INE, en el cual, se demuestra que en el 2013, la industria alimentaria consumió un 12% del agua que se emplea en la industria en Europa, por lo que
es uno de los sectores más demandantes de este recurso.
Al igual que se necesita gran cantidad de agua para el procesado de estas industrias, también se genera gran cantidad de aguas residuales, por este motivo es de
suma importancia que, en el diseño de una instalación industrial alimentaria se
desarrolle, planifique e implemente un uso eficiente del agua en la misma
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