El pequeño comerciante adquirió un peso social a través del tiempo gracias a ese espacio que ofreció para el encuentro comunitario y el fortalecimiento de las relaciones entre vecinos.
Más allá de su importancia comercial, el tendero se configuró como un actor para fabricar lazos sociales entre habitantes de los barrios populares. Tradicionalmente la tienda fue un espacio para el encuentro de los vecinos y ese personaje encargado de la atención en el local, poco a poco fue identificando las particularidades de cada uno de los consumidores que frecuentaban su negocio. Así explicó la importancia social del tendero el profesor de Sociología de la Universidad de Antioquia, Omar Urán.
Este oficio ancestral varió en su forma y en los contenidos que ofreció a través de la historia, las pequeñas tiendas de barrio siempre posibilitaron la compra de pocas cantidades, evitando largos desplazamientos hasta los grandes comercios. “En los supermercados tal vez los productos pueden ser más económicos, pero la tienda te da el beneficio del tiempo”, aclaró Urán.
En sus inicios, a las tiendas antioqueñas se les conocía como agencia y para ese periodo, según el profesor, “el modelo comercial entre vendedor-cliente se asemejaba al método de las cigarrerías. “En esos locales habían dos o tres empleados a la orden del comprador; ellos preguntaban por los productos que necesitaban los usuarios y de inmediato los buscaban para entregarlos”.