24 de agosto de 2018

El valor cultural de la tienda de barrio

El pequeño comerciante adquirió un peso social a través del tiempo gracias a ese espacio que ofreció para el encuentro comunitario y el fortalecimiento de las relaciones entre vecinos.



Más allá de su importancia comercial, el tendero se configuró como un actor para fabricar lazos sociales entre habitantes de los barrios populares. Tradicionalmente la tienda fue un espacio para el encuentro de los vecinos y ese personaje encargado de la atención en el local, poco a poco fue identificando las particularidades de cada uno de los consumidores que frecuentaban su negocio. Así explicó la importancia social del tendero el profesor de Sociología de la Universidad de Antioquia, Omar Urán.
Este oficio ancestral varió en su forma y en los contenidos que ofreció a través de la historia, las pequeñas tiendas de barrio siempre posibilitaron la compra de pocas cantidades, evitando largos desplazamientos hasta los grandes comercios. “En los supermercados tal vez los productos pueden ser más económicos, pero la tienda te da el beneficio del tiempo”, aclaró Urán.
En sus inicios, a las tiendas antioqueñas se les conocía como agencia y para ese periodo, según el profesor, “el modelo comercial entre vendedor-cliente se asemejaba al método de las cigarrerías. “En esos locales habían dos o tres empleados a la orden del comprador; ellos preguntaban por los productos que necesitaban los usuarios y de inmediato los buscaban para entregarlos”.


La particularidad de la dinámica comercial de la agencia se notaba en la relación con los consumidores, el cliente no tenía contacto con el producto antes de hacer su compra, es decir, los comerciantes atendían el pedido, realizaban las respectivas cuentas y dirigían su atención al siguiente consumidor.
De acuerdo con la línea histórica que trazó el profesor Urán, estas agencias mutaron en lo que hoy día se conoce como las tiendas de abarrotes, en las cuales todavía se pueden encontrar dos o más personas designadas para la atención del negocio y allí los clientes ya pueden palpar los productos que pretenden llevarse.
La diferencia evidente entre las grandes tiendas de abarrotes y la pequeña tienda de barrio se encuentra en el número de personas disponibles para despachar a los consumidores. “Uno puede atestiguar la soledad del tendero porque normalmente la tienda de barrio no es un negocio muy grande, allí la gente realmente no hace mercado”, afirmó el sociólogo.
No obstante, el valor del tendero radica en ese espacio que ofrece para el encuentro entre los vecinos, tal como lo expuso el profesor Urán. “Es común encontrar sillas en el exterior de los pequeños negocios de barrio, allí llegan los señores para tomar una cerveza, y mientras consumen su bebida aprovechan para conversar con el tendero”.

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